En el centro de Bogotá, suele andar un fraile con hábito marrón de capucha que lo identifica como franciscano. Es Gabriel Gutiérrez Ramírez, Fray ñero, como le gusta que lo reconozcan, porque así lo “bautizaron” los habitantes de calle, a quienes visita hasta tres veces en una misma semana para brindarles alimentos, una bebida caliente, un consejo, una oración o un instante para el afecto y la esperanza.

Dice que desde niño lo conmovió ver personas durmiendo en los andenes en una ciudad tan fría y lluviosa como Bogotá, quizás por eso, orientó su vocación de servir y se dispuso a favorecer a los sin techo que resultan discriminados y marginados incluso de sus derechos fundamentales.