Jesús invierte las prioridades. Los últimos, los pequeños son sus preferidos, ellos son los bienaventurados. El Evangelio nos mantiene atentos a esta realidad y nos empuja a la solidaridad. Dios confía en nosotros/as y nos permite la confianza, nos posibilita acercarnos al dolor del otro. Luchar por un futuro mejor, aligerar los sufrimientos humanos son tareas que cobran todo el sentido desde el corazón del Evangelio.

Y ningún hermano haga mal o hable mal a otro; sino más bien, por la caridad del espíritu, sírvanse y obedézcanse voluntariamente unos a otros. Y ésta es la verdadera y santa obediencia de nuestro Señor Jesucristo. (San Francisco de Asís)