Cuando contemplamos a Francisco, éste nos remite a Jesucristo, presente en el leproso al que besó, visible en el Crucifijo de san Damián, inspirador en la Palabra escuchada en Porciúncula. Y cuando Francisco todavía no sabía qué es lo que tenía que hacer, el Señor mismo le reveló que debía “vivir según la forma del santo Evangelio” (Test 14). ¡Francisco nos vuelve a enviar a todos al Evangelio, a la persona de Jesús pobre y crucificado! ¡Este es el inmenso don que hemos recibido! “Cristo se ha hecho para nosotras camino” dirá Clara.