“Y deben gozarse cuando conviven con gente de baja condición y despreciada, con los pobres y débiles, y con los enfermos y leprosos, y con los mendigos de los caminos” (1R 9,2).

Desde que el Señor le llevó entre los leprosos, la opción de Francisco no fue sólo la pobreza, ni el cuidar y aliviar a los leprosos o a los últimos. Dios no le llamaba tanto a fundar lugares de asistencia caritativa, cuanto a compartir realmente la vida de los pobres. Su opción fue hacerse pobre estando entre los pobres, conviviendo con ellos, mendigo con los mendigos y débil con los débiles. Francisco no tiene palabras airadas de condena o de juicio contra los abusos e injusticias de la sociedad en que vive, pero todo él se hace palabra profética que denuncia y habla de otra manera de mirar y cuidar al excluido. Su vida, configurada por el evangelio, resulta también configurada por el convivir con los pobres y débiles. Francisco y sus primeros hermanos formaron parte de la gente despreciada. Porque así lo había hecho Jesús, por seguimiento a Jesucristo, por tener entrañas de misericordia, por vivir el evangelio. Desde ahí se entienden sus palabras: “deben gozarse cuando conviven con gente de baja de condición y despreciada”.

(Carta Asís 47)