El Papa Francisco nos anima en su encíclica: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49). Me atrevo a hacer mía esta invitación a todos mis hermanos de la Orden, a mis amadas hermanas clarisas y concepcionistas y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que están cerca de la espiritualidad del Santo de Asís: Salgamos, vayamos al encuentro de lo diferente, abramos las puertas para que entre un nuevo aire, el soplo del Espíritu (cf. Jn 20,22) que nos quiere abrir los ojos a una realidad que es nueva pero fascinante. No pensemos que esto es un signo de debilidad o de renuncia a nuestras convicciones; pensemos más bien que un mundo tan plural como el nuestro tiene urgente necesidad signos elocuentes y proféticos que inviten a la sana y civilizada convivencia.

El pobrecillo de Asís fue un signo para su época y lo sigue siendo después de ocho siglos. Creo que no podemos contentarnos con la idea de conmemorar un evento como éste si nuestro corazón no se abre a la experiencia del otro. Vivir la pascua este año significará seguir el itinerario propuesto el Evangelio de Juan que, sin desconocer el temor y el deseo de cerrar las puertas por miedo, nos indica cómo el evento de la resurrección de Cristo es capaz de transformar nuestra tristeza en gozo (cf. Jn16, 16) y nuestro miedo en valentía para profesar de palabra y con nuestra vida, que Jesús ha resucitado y que él es Señor y Dios nuestro (cf. Jn 20,28). ¡Feliz y Santa Pascua a todos!

(Fr Michael Perry, Ministro General OFM)