La Juventud franciscana es constitutivamente una vocación a crecer en la fraternidad. Siguiendo la intuición originaria de san Francisco, sabéis bien que un ambiente en el que se vive como hermanos estimula e impulsa a cada uno a abrirse al prójimo, valorando adecuadamente sus propias potencialidades. Al mismo tiempo, se puede recibir la amistad y el apoyo de los demás. Por tanto, el elemento central de vuestra identidad franciscana es la presencia del hermano que hay que acoger, escuchar, perdonar y amar: en su rostro, vosotros, como san Francisco, debéis reconocer el de Cristo, especialmente cuando se trata de los más pequeños y de los últimos.
(San Juan Pablo II, Asís 09,05,1998)