Francisco quiso vivir en la obediencia. Para él obedecer era vivir en la escucha de la Palabra de Dios, fiándose de Dios. Su conversión comenzó con un Señor, ¿qué quieres que haga?  y, desde entonces, aprendió a vivir confiado, a caminar abandonándose y a estar entregándose. Antes era él quien programaba, soñaba desde sus proyectos y planes, todo giraba sobre sí mismo. Señor, ¿qué quieres que haga?: hubo un encuentro a partir del cual Dios se convirtió en el centro, su Palabra en la fuente de vida, y su voluntad en lo más querido. Entonces Francisco se abandonó confiado al querer de Dios, a la obediencia amorosa.

Cuando confiamos se nos regala ser libres, auténticos, sin necesidad de escondernos, ni de engañarnos, ni de disimular. Ante aquel en quien confiamos podemos ser sencilla y gozosamente nosotros mismos, ser sencillos y claros.  Francisco para hablar de la obediencia de Jesucristo a Dios Padre usa la expresión puso su voluntad en la voluntad del Padre, diciéndonos que la obediencia no está en no querer o no desear nada, sino en querer lo que quiere aquel al que se ama con todas las fuerzas. Obediencia por amor; por eso para Francisco la hermana de la obediencia es la caridad. Sólo el amor educa adecuadamente los deseos y moldea bien las voluntades.

La verdadera obediencia necesita discernimiento, caminar en verdad, adentrarse en el propio interior y poner en juego el corazón. La buena obediencia requiere una persona libre que está aprendiendo a decir a Dios, con amor y por amor, Señor, ¿qué quieres que haga?

 

Oración

 Cuando no entiendo, cuando la vida se me escapa,

cuando la historia se repite, cuando todo parece ir mal,

cuando el dolor me acompaña, cuando la cruz me pesa,

cuando el desierto me sorprende…, hágase tu voluntad.

 

Si el camino se hace monótono, si el horizonte se oscurece,

si las esperanzas se marchitan, si las entrañas están yermas, si el cansancio es fuerte,

si las flores y frutos desaparecen, si las fuerzas flaquean…, hágase tu voluntad.

 

Aunque me cueste aceptar tus planes, aunque me parezcan duros y contra corriente,

aunque me saquen de mis comodidades, aunque me desarraiguen y dejen a la intemperie,

aunque contradigan mis proyectos e ilusiones, aunque proteste y pida explicaciones,

aunque me hagan nómada permanente…, hágase tu voluntad.

 

Cuando la luz se hace presente, cuando la brisa trae y acuna esperanzas,

cuando los oasis ofrecen sombra y descanso, cuando las voces son de júbilo y fiesta,

cuando la vida palpita caliente, cuando el amor me envuelve gratis,

cuando todo es novedad y ternura…, hágase tu voluntad.

 

Ahora, Señor, aunque me desconcierte y rompa,

hágase tu voluntad.

 

Florentino Ulibarri