ESPIRITUALES somos todos. Hay dentro de nosotros una presencia, una fuerza, un aliento que es Dios mismo latiendo. Y si le dejamos, entonces habla. Pero no se impone. Es ilusión en horas bajas, fortaleza cuando andamos doblados por la vida. Es compasión ante la miseria. Es imaginación para pintar mundos nuevos. Es una canción profunda. Es un grito de justicia. Es la palabra de amor que nos levanta cuando andamos bajos.