Indiferencia no es ser indiferente…no! Qué va!; la “indiferencia espiritual” es otra cosa: es el corazón del discernimiento. ¿Por qué?

Porque  hemos de aprender a situarnos ante Dios con el deseo de buscar siempre su voluntad experimentando que cuando nos  “perdemos” es porque nos encerramos en nosotros mismos haciendo nuestra propia voluntad y, sin embargo, cuando somos dóciles a Dios y nos centramos en Él, haciendo su voluntad, nos sentimos  profundamente felices y centrados.

Porque es la tierra firme sobre la que surge la pregunta: qué quieres Señor que haga?. Pregunta que pone en marcha el discernimiento espiritual como experiencia imprescindible para dar con la voluntad de Dios… Discernimiento para el que es necesario “hacernos indiferentes”, en expresión de San Ignacio de Loyola.

No es una actitud fría y calculadora basada en la razón o en destrezas personales, sino que va unida a otras actitudes vitales y profundamente humanas y cristianas:

  • la libertad, el despego de todo y de todos,
  • la disponibilidad, como condición indispensable para ser enviado donde Dios quiera,
  • y el amor, como fuente y culmen de todo.

Nuestro reto de siempre es y será encontrar a Dios y vivirle en la vida cotidiana haciendo opciones  desde la indiferencia, la libertad y el amor.