¿Por qué fue así? ¿Estaba escrito? ¿Dios quería sangre?… Se ha explicado de muchas maneras.
La sangre la querían los verdugos…; la confianza de Jesús en el Padre, y lo cierto es que el Padre le resucitó de entre los muertos… Pero lo cierto es que el sufrimiento del justo no nos es tan ajeno y la sensación de fracaso tampoco cuando la vida maltrata,…
Porque nada de este misterio nos es ajeno, adentrémonos esta Semana Santa en el misterio de Cristo; un océano de dolor y de amor. Que sea una Semana Santa com-pasiva, empática, comprometida y viva. Y para ello:
Bebamos su mismo cáliz de obediencia a lo que Dios quiera de nuestra vida hoy y ahora.
Actualicemos comulgando y asumiendo la pasión del mundo.
Y todo ello en comunidad y renovando la esperanza.
Y así nosotros, el domingo, también seremos testigos de unos lienzos y de un sepulcro vacío.