“Cinco días en Asís vividos con tal intensidad que me parecieron muchos más. El tiempo humano no lo pueden medir los relojes. El tiempo vivido en Asís, en esa primera semana de julio, no lo puedo medir porque la sorpresa y la admiración ante lo que fuimos conociendo de Clara y Francisco y de los muchos jóvenes que tan pronto les imitaron, nos transportaron a otra época y a otra dimensión. Tal como se proyectó y se desarrolló la visita, pasamos de ser espectadores a ser actores, interpelados por los lugares que, al visitarlos, nos introducían en otro mundo de valores. La Porciúncula y San Damián; las cuevas de Carcceri y el convento del monte Alverna no se pueden sólo visitar. Acompañados con acierto por las palabras de nuestro guía, nos adentramos en aquellos lugares buscando el tesoro que enriqueció su extrema pobreza y la presencia que habitó su intensa soledad.”

(Peregrino en Asís. Año 2017)