Si queremos que el nuevo milenio sea más humano, urge que respondamos teniendo en cuenta la característica más convincente y profunda que nos deja en herencia san Francisco: ¡la Fraternidad! Concretamente, que respondamos creando en las diversas partes de Europa -como en los prime­ros tiempos de la Orden- Fraternidades que sean «signo» concre­to de solidaridad, pro-vocación para un nuevo «esquema» de sociedad, basado no sobre la cultura del triunfo, de la fuerza y de la eficiencia, sino sobre la cultura del «hermano Francisco, pequeñuelo, siervo, que está a los pies de todos»

El Viejo Continente necesita “nuevas fraternidades franciscanas en misión”, caracterizadas por la itinerancia, la acogida de los últimos, la vida entre los pobres y entre gentes de otras religiones. Se revitalizará así la dimensión misionera de nuestra Orden. Nuestras Fraternidades locales y provinciales adquirirán nuevo vigor, apremiadas a ofrecer signos concre­tos de radicalidad evangélica, de comunión y de colabora­ción, de reconciliación y de paz… y al final lo importante, lo único importante:… que el Amor sea amado.