En este Domingo de Ramos:

“Señor, soy un ramo de olivo. Un viejo ramo bendecido por ti muchas veces con el fruto de la aceituna. Este fruto, Señor, amargo, luego sabroso y siempre nutritivo, que, estrujado, destila el aceite de la unción, símbolo de la paz. Me reconozco en aquel viejo ramo que la paloma llevó al arca después del diluvio. Desciendo de aquellos olivos milenarios que acompañaron al Hijo del hombre en su agonía.”

(“Cosas del Padre Abad. Para una espiritualidad narrativa”, A. Sanz Arribas;Ed Casa de espiritualidad; Madrid 2020)