Cuántas resistencias al cambio en la vida!. Tenemos resistencias muy escondidas en lo más interior, que casi son parte de nosotros mismos; como si estuvieran más adentro que nuestra mejor voluntad. Y sin embargo, también percibimos que somos más que esas resistencias que nos condicionan. Las mayores resistencias asoman en los terrenos de la confianza en Dios. Nos justificamos: “No soy un santo”, “esto es para otros”…. Quizá sólo cuando nuestras fuerzas mermen estaremos maduros para la humildad ante su presencia, sin mayores resistencias.

El hecho sucedió en la Marca de Ancona. Después de una predicación del Santo, se presentó a él uno que pidió con humildad el ingreso en la Orden. El Santo le dijo: «Si quieres asociarte a los pobres de Dios, distribuye antes tus bienes entre los pobres del mundo». Oído esto, se fue el hombre; pero, guiado por el amor de la carne, distribuyó sus bienes entre los suyos, sin entregar nada a los pobres. Cuando volvió y contó al Santo su espléndida largueza, le dijo éste con un deje de burla: «Sigue por tu camino, hermano mosca, pues no has salido todavía de tu casa y de tu parentela. Has dado tus bienes a los parientes y has defraudado a los pobres… Has comenzado por la carne, has puesto al edificio espiritual un cimiento ruinoso». Vuelve el hombre carnal a los suyos y reclama sus bienes… y abandona sus propósitos de virtud. Semejante modo de proceder engaña a muchos: pretenden una vida santa, y la inician sirviendo a la carne. Y no es así; que ninguno se consagra a Dios con el intento de hacer ricos a los suyos, sino para lograr la vida con el fruto de buenas obras, redimiendo los pecados a precio de misericordia (2Cel81)

Dios Padre Bueno, guíame, acompáñame en mi caminar, hacia la felicidad plena contigo.
No dejes, Señor, que me detenga en el camino emprendido.
Enséñame a seguir esperando aunque no vea resultados;
a seguir trabajando con paciencia a pesar de los fracasos.
Señor, Tú conoces mis anhelos y no dejarás mi vida infecunda.
Creo y espero porque amo y necesito ser amado.
Y yo sé, Señor, que Tú me amas. Amén (Hermanas Clarisas de Huesca)

(Cfr Red Asís / Carta de Asís #150)