“La oración, unida al ayuno, es el más pobre de los recursos humanos desde el punto de vista político, pero es el más poderoso si vemos las cosas desde la perspectiva de Dios. Sólo Él, en efecto, puede tocar los corazones y las mentes, puede detener el ruido inútil y dañino de las armas.

Sólo Él puede convertir nuestros corazones, porque sabemos que la semilla de la guerra y la violencia está dentro de cada uno de nosotros y no fuera. La oración y el ayuno nos llevan a la conversión del corazón y de la vida, acercan esta tierra bañada en sangre inocente a la misericordia del Padre. En la Escritura la sangre no se seca de la tierra para que Dios pueda escuchar la voz de sus pobres y que nosotros no podamos permanecer indiferentes.

La oración y el ayuno también iluminan nuestra mirada interior, para que podamos leer los signos de los tiempos y no quedarnos distraídos, sino ser testigos. Lo que ocurre en un lugar lejano nos afecta a todos, y esto es válido para tantos conflictos, especialmente para aquellos olvidados.

Recemos por las víctimas, por las numerosas personas que ya huyen, especialmente a Polonia, donde nuestros hermanos ya se están organizando para acogerlas. Recemos por nuestros hermanos que viven en Ucrania y por los que les han sido confiados.

Pido a todos los Hermanos, a todas las Fraternidades, a todas las Clarisas y a todos los Monasterios orar diariamente en este tiempo por la paz en Ucrania y por la paz en todos los lugares donde se la perturba.”

Fr M Fussarelli, Ministro General OFM