Cuando nos miramos en un espejo solemos tener dos reacciones: o no nos vemos tan mal o nos vemos fatal. Casi nunca nos vemos bien. ¿Por qué nos cuesta tanto vernos como somos? … ni tan mal ni tan fatal.

Igual es al revés y es que sobre todo somos mirados… este es el secreto!! Es Dios que me mira y espera para enseñarme a ser yo mismo.

Clara de Asís nos dice: Mira, pues, diariamente este espejo, (…) y observa constantemente en él tu rostro, para que puedas así engalanarte toda entera, interior y exteriormente… Mira atentamente –te digo– en el comienzo de este espejo, a la pobreza de aquel que fue colocado en un pesebre y envuelto en pañales… Y en el centro del espejo considera la humildad… los múltiples trabajos y penalidades que soportó por la redención del género humano. Y al final del mismo espejo contempla la inefable caridad con la que quiso padecer en el árbol de la cruz… (4CtaCl 15-23).

Podemos mirarnos en muchos espejos, pero cuando Sta. Clara de Asís escribe a Sta. Inés de Praga le invita a mirarse en Jesucristo. Porque ese espejo es de fiar. No distorsiona los rostros: ni el de Dios Padre, ni el de las personas, ni el nuestro propio. Mira a Jesucristo y observa allí tu rostro, tu verdadera imagen, lo que eres y lo que vales, tu misterio y tu esplendor. Porque Él, Jesucristo, te refleja tal como estás grabad@ desde siempre y para siempre en las entrañas de Dios Padre. Mira este espejo, todo iluminado por la inefable caridad de Dios vuelta hacia nosotros, y descúbrete radiante, esposa engalanada toda entera, interior y exteriormente.